Miembros Fundadores: Bobby Peak, groundWork, South Africa

Este mes, hace 20 años, un grupo de activistas provenientes de diferentes partes del mundo tuvieron una visión común: crear una red de base interregional para detener la amenaza de la incineración y construir un futuro justo y sin residuos. A lo largo de este mes de diciembre, compartiremos las historias de miembros fundadores de GAIA, quienes nos comparten cómo fueron los inicios  y qué valores e ideas sentaron las bases de GAIA y la fortaleza que caracteriza a nuestra red el día de hoy.

GAIA, una red familiar

Bobby Peek, director de groundWork en Sudáfrica, reflexiona sobre su camino con GAIA

La década de 1990 fue un tiempo de liberaciones históricas, guerras civiles, rápida globalización y tecnologías innovadoras. Con todos estos elementos de telón de fondo,  la falsa noción de usar la incineración para lidiar con los desechos tóxicos y domésticos se convirtió en una amenaza apremiante.  Para activistas ambientales alrededor del mundo, fue fácil reconocer las luchas comunes que estaban ocurriendo a nivel global. En el sur de Durban, Sudáfrica, la injusticia ambiental era evidente para las comunidades negras que fueron agrupadas en zonas asignadas racialmente, en sectores rodeados por industrias petroquímicas, como resultado del Group Areas Act de 1960 del sistema del Apartheid. Como resultado de ello, el activista de justicia ambiental y social Bobby Peek se alineó con otros grupos de la sociedad civil que en ese tiempo estaban luchando contra la injusticia ambiental que implicaba el establecimiento de instalaciones incineradoras.

El trabajo de Bobby en la sociedad civil se deriva del impacto de la injusticia ambiental en su experiencia de vida. Él creció en Wentworth en el sur de Durban, a 143 metros de la valla de una instalación de Engen Petroleum. De joven,  sufrió  asma agudo como resultado de la contaminación proveniente de la instalación petroquímica. Durante sus años universitarios, a principios de los noventa, Bobby se reunió con David Wiley de la Universidad Estatal de Michigan, y realizó un estudio en el sur de Durban. Bobby dijo que la investigación fue fundamental y le abrió los ojos para darse cuenta de que incluso en la Sudáfrica posterior al apartheid, el poder debe ser desafiado. Impulsado por su pasión, Bobby ha dedicado su vida a luchar contra las injusticias ambientales y apoyar a las comunidades locales en sus luchas de base. Fue reconocido internacionalmente por su activismo al ganar el premio Goldman por África en 1998. Hace más de 20 años, junto con dos otros colegas, este activista ambiental y social fundó groundWork, una organización que trabaja para mejorar la calidad de vida de personas vulnerables en Sudáfrica, apoyándolos en su lucha por defender su derecho constitucional a un medioambiente que no sea dañino a su salud y bienestar. 

La evolución de GAIA

“En 1997, nosotros ganamos una batalla contra un incinerador de residuos tóxicos en el sur de Durban. Esta victoria fue resultado de la colaboración con nuestros compañeros en los Estados Unidos, lo cual nos permitió presentar información sobre dioxinas en la audiencia contra la planta incineradora. Tuvimos varias victorias porque nos unimos con personas de alrededor del mundo que también estaban luchando contra la falsa narrativa de que la basura desaparece cuando se quema” afirma Bobby.  De este esfuerzo colaborativo de oposición a  la incineración nació el interés por construir una alianza que desafiaría la quema de residuos como un frente unido. Posteriormente, en noviembre del año 2000, activistas ambientales de todo el mundo viajaron a Johannesburgo, Sudáfrica para fundar la Alianza Global para Alternativas a la Incineración (GAIA).  “Fue maravilloso tener al colectivo en la sala durante esa primera reunión. Teníamos a gente como Annie Leonard, Paul Connett, Von Hernandez, y Manny Calonzo en el movimiento. También había más gente de Sudáfrica, los Estados Unidos, Filipinas, India, y Europa. Todos nos dimos cuenta de que este era un momento para trabajar juntos y detener un sistema arraigado en el racismo, el abuso corporativo y la noción de que los residuos simplemente pueden quemarse”. Bobby da fe de que el principio fundamental de GAIA es el trabajo para generar solidaridad entre organizaciones a fin de apoyar las luchas de las comunidades locales.

“Cuando pienso en GAIA, pienso en la familia. Cuando estamos involucrados en la red, tenemos un interés personal en ella, es muy importante para nosotros sumergirnos e involucrarnos. Si GAIA fuera un animal sería un búfalo porque los búfalos son fuertes individualmente, pero son inmensamente poderosos cuando se juntan ”.

“Cuando pienso en GAIA, pienso en la familia. Cuando estamos involucrados en la red, tenemos un interés personal en ella, es muy importante para nosotros sumergirnos e involucrarnos. Si GAIA fuera un animal sería un búfalo porque los búfalos son fuertes individualmente, pero son inmensamente poderosos cuando se juntan ”. Además, elogia a la organización por estar arraigada en la promoción de la democracia participativa y la igualdad, donde todos tienen derecho a opinar sobre lo que quieren y lo que no quieren. Recuerda una situación en particular cuando una compañía trató de construir una incineradora de residuos tóxicos en Sasolburg, Sudáfrica. A través de GAIA, se trajo a Manny Calonzo de las Filipinas para que declarara en una reunión sobre el proyecto. En un momento de triunfo para los activistas comunitarios, el gobierno local rechazó la propuesta de la empresa con el argumento de que no había suficiente participación pública y además el proyecto conllevaba graves consecuencias para la salud.

“Ese era el poder de GAIA – no se obtienen esas victorias tan frecuentemente pero cuando sí, se valoran”. Para Bobby, el papel de GAIA en la transición a una nueva y mejor sociedad global involucra el fortalecimiento de los núcleos regionales. Él cree que existe un inmenso potencial para afianzar más profundamente los valores del movimiento, de organización de base y a nivel local, a través del trabajo regional.También reconoce que esto requeriría de más recursos para fortalecer el trabajo en las regiones, y  propone que ésta sea una de las áreas de discusión durante la próxima reunión internacional GAIA. “África no es un país, es importante reconocer que tenemos que dividirlo hasta donde podamos lograr una fuerte regionalización de un país a otro. El norte de África, el África francófona y el sur de África son regiones en sí mismas ”.  Cuando se  le pregunta acerca de la única cosa que cambiaría en el mundo, su respuesta es simple:  “Mi deseo es que la gente viva y pueda ser feliz en sus lugares de origen. Si las personas reconocemos que nuestro hogar es importante, entonces quizás estaríamos preparados para luchar más contra las dictaduras y el abuso de nuestras tierras. Quizás el mundo sería un lugar mejor, uno libre de políticos corruptos y estados imperiales ”.