Incinerador en México: Completo análisis
Incineradores en México: todo menos “economía circular”
La propuesta de construir una planta para incinerar los residuos que se generan en Ciudad de México y que hasta hace 5 años fueron depositados en el Relleno Sanitario Bordo Poniente tiene en estado de alerta máxima a las organizaciones ambientalistas del país así como a los ciudadanos divididos entre quienes no ven otra salida posible más que hacer desaparecer la basura de una manera distinta al relleno sanitario y aquellos que abogan por la implementación paulatina y sistemática de recolección puerta a puerta, separación en origen, manejo de biodegradables y políticas de reducción de residuos problemáticos bajo el concepto de basura cero.
De qué se trata el proyecto
Veolia, a través de su filial Proactiva Medio Ambiente México S.A. de C.V., se adjudicó la convocatoria publicada por el gobierno de la Ciudad de México y acaba de firmar un contrato para diseñar, construir y operar la primera planta de WastetoEnergy en América Latina.
Como es costumbre, la empresa ha anunciado en todos los espacios posibles que la construcción es un hecho, cuando en realidad recién presentó el estudio de impacto ambiental y el proceso de participación y revisión técnica de la propuesta recién comienza.
Según señala su propio sitio web, la capacidad de la planta será el doble que la de la instalación más grande de Francia. Tratará alrededor de 1,6 millones de toneladas métricas de residuos domésticos al año. La operación es de 30 años y representará un ingreso acumulado estimado de 886 millones de euros para Veolia.
La planta contempla convertir alrededor de un tercio de los residuos domésticos de la ciudad en “energía verde”. Los 965.000 MWh de electricidad producidos cada año por la planta serán utilizados directamente por el Metro de la Ciudad de México.
Gustavo Migues, Vicepresidente Ejecutivo para Latinoamérica en Veolia ha señalado que “lo
que vamos a hacer en la Ciudad de México es la demostración de que la gestión de residuos – uno de los principales negocios de Veolia – tiene un futuro brillante por delante. Las necesidades en México, y más ampliamente en América Latina, son tales que tenemos un enorme potencial de desarrollo “.La construcción de la planta se estima para 2017 y durará 3 años. Las operaciones están programadas para comenzar en 2020.
Lo que nadie dice
Sobre las cenizas y escorias, vale la pena simplemente recordarlas ya que nadie las menciona. En el MIA presentado por la empresa se especifica que enviará escorias (residuales) a 3 rellenos sanitarios, el RS Veolia Tlalnepantla, ubicado a 40 km de distancia, y al RS VeoliaTulantepec situado a 123 km de distancia; y en relación a las cenizas (tóxicas, por cierto) serían enviadas a un Centro de tratamiento y disposición final ubicado en Mina, León, centro es operado por Veolia RIMSA. Un detalle adicional es que el MIA no analiza ni evalúa la gestión y traslado de éstas.
En la propaganda asociada a esta planta nadie menciona que tras la “entrada” de 4.500 ton/día de RSU el MIA estima una “salida” de escorias de 1.070 ton/día; 350.000 ton/año, además de las cenizas y residuos de depuración de gases, que ascienden a 121 ton/día; 40.250 ton/año.
¿Por qué nos cuesta tanto aprender de las malas experiencias?
Mientras en Estados Unidos 250 alcaldes votaron unánimemente por un plan de energía renovable, que no incluye la quema de materiales de residuos municipales, casi simultáneamente, en Europa circula un reciente borrador sobre la revisión de la Directiva sobre Energías Renovables de la UE que propone excluir el apoyo financiero a la incineración de residuos sólidos urbanos mixtos. Esos son los vientos de cambio que se respiran en otras latitudes, y como los mercados se hacen cada vez más restrictivos y la popularidad de los incineradores es cada vez menor, entonces la industria de la incineración insiste en “ofrecer” su tecnología en América Latina.
En relación al estudio de impacto ambiental (MIA), existe un sinnúmero de debilidades: “la lectura del documento muestra tres hechos generales: primero, reúne fragmentos extensos de información secundaria procedente de numerosas fuentes bibliográficas, muchas de ellas inadecuadamente citadas, o no citadas; segundo, contiene información primaria atribuible al grupo consultor (mayoritariamente gráfica), y tercero, tiene una matriz de evaluación final que no refleja ese total de información”, sostiene el experto Raúl Montenegro.
Ausencia inexcusable de información y estudios desde cuestiones tan esenciales como la ausencia de un análisis exhaustivo y estadísticamente válido de los residuos sólidos urbanos producidos por distintos sectores de la ciudad de México, y de las mezclas resultantes del proceso de recolección, hasta la ausencia de análisis o evaluación del impacto ambiental que tendría el envío durante 50 años de sus escorias a los rellenos sanitarios de Veolia Tlalnepantla y VeoliaTulantepec, o de las remeses de cenizas al centro de tratamiento y disposición final de Veolia RIMSA en Minas (Nueva León), es solo uno de decenas de elementos que se extrañan en el MIA.
¡Y qué decir de los conceptos! “Termovalorización” es un invento. No habíamos escuchado tal palabra antes de la propuesta de México. Lo que está proponiendo el proyecto de Ciudad de México es, de acuerdo a la definición de la Directiva Europea, incinerar los residuos, y la incineración no es más que la quema de los residuos como tratamiento final para generar energía.
Rechazo de todos los sectores
Ya no son solo las comunidades y las organizaciones ambientalistas las que rechazan estas alternativas. Imaginamos que no está en la categoría de “pura paja”, como se ha señalado, lo que dice la International Solid WasteAssociation ISWA, que ha promovido históricamente la incineración –o los residuos para energía- como un sistema de gestión eficiente: un reciente documento de su autoría expresa que “implementar una incineradora en un sistema de manejo de residuos deficiente y sin una planificación apropiada puede llevar al fracaso económico de la propuesta”. Entre los riesgos principales que señala el documento se encuentran cantidades variables de residuos destinados al incinerador, bajísimo valor calorífico, apoyo financiero deficiente, opciones tecnológicas inapropiadas y contextos institucionales inadecuados.
Estaremos de acuerdo en que varios de estos problemas aquejan a los países de América Latina. Por su parte, el Banco Mundial, en su jerarquía de residuos (ver recuadro), clasifica a la incineración como un sistema de disposición final y lo sitúa como última opción, solo antes de los vertederos o botaderos. Asimismo, advierte que el incinerador necesita un relleno sanitario complementario para las cenizas y los residuos no combustibles.
El caso de Dinamarca es ejemplificador: es uno de los países de la UE que genera más residuos per cápita, y es líder mundial en incineración de residuos domésticos. Pero la presión para que revisen su sistema de manejo es alta. Tal vez por eso el nuevo plan de gestión de residuos de noviembre de 2013 se llama “Dinamarca sin residuos– Reciclar Más, Incinerar Menos”.
La incineración fue la apuesta de Europa en los años 80 y 90, pero desde entonces cada día se construyen menos y la Unión Europea apuesta por la separación y la prevención, al punto que ha cancelado las ayudas que daba anteriormente para la construcción de incineradoras. Aun así, en Europa la incineración tiene lugar bajo estrictas medidas de seguridad y con una normativa de emisiones de alta exigencia. Es la normativa mexicana del nivel de las más estrictas en Europa, es decir, de la belga, austriaca o danesa? Y aunque sea tan exigente como la europea, tiene el estado mexicano las medidas para asegurar que no se superaran los límites establecidos? Dados los sistemas de monitoreo en Europa, se detectan en todas ellas eventos donde se superan los límites de emisiones alguna vez durante el año y por eso se detienen, se limpian, se resuelven los desperfectos. Los filtros europeos representan el 50% de los costes de inversión de la incineradora, y por eso en muchas partes en el mundo no se reemplazan los filtros y acaban contaminando.
En América Latina se aprueban proyectos que afectan la salud de las personas y afectan el ambiente, y ocurre que las herramientas para la toma de decisiones a menudo no consideran o no levantan los datos duros necesarios para rechazar propuestas que jamás debieron ejecutarse.
Entonces formular preguntas que hemos leído del tipo ¿Cómo lograron por la vía legal permisos, licencias y autorizaciones, si son plantas que afectan al ambiente y la salud de las personas como algunos sostienen? ¿Será que las autoridades competentes en cada uno de estos sitios se hicieron, todas, de la vista gorda? no son aplicables de la misma forma a cada región.
Sobre Europa en particular y las historias que nadie quiere oír
En el Viejo Continente se han equivocado muchas veces y a menudo no aprendemos de esas experiencias. Detengámonos entonces en hacer un análisis menos simple: en Copenhague, donde se utiliza ampliamente la incineración de residuos para generar energía, el 60% de los residuos se considera no reciclable, mientras que en Treviso, ciudad que separa el 85% de sus residuos para reciclaje, la cifra se reduce al 15%. De esto, podemos deducir que lo que en realidad es un desecho no reciclable está entre el 10 y el 15% de lo que producimos. Si todos los europeos reciclaran como en Copenhague, el continente necesitaría más que duplicar la capacidad de incineración. Pero si todos los europeos reciclaran como se hace hoy en Treviso, necesitarían reducir la capacidad actual 3 veces. Claramente es nuestra la decisión qué y a quiénes queremos imitar, qué y a quiénes queremos ver como referentes.
En Inglaterra, donde se encuentra la planta que visitó una delegación de México y que hoy es punta de lanza de los argumentos a favor del proyecto de incinerador en Ciudad de México también es posible encontrar situaciones lamentables: incumplimientos, accidentes, cierres anticipados de contratos porque las municipalidades no pueden sostener los costos asociados, etc.
Cuando se está en un proceso de toma de decisiones tan importante para una ciudad, que considera tantas variables, es irresponsable conformarse con lo visto en una visita sesgada a una planta de incineración en Europa para afirmar de manera concluyente que sí funcionará en otro territorio. Sería más responsable si se dedicaran a investigar los múltiples casos de fracasos de incineradores antiguos y nuevos y se detuvieran a estudiar por qué fracasaron y cómo esos casos podrían constituir un riesgo también para nuestros países: por ejemplo, el vergonzoso caso del último incinerador construido en Canadá (en Durham) por Covanta y que después de dos meses de abrirse tuvo que cerrar por excederse en la liberación de dioxinas 12 veces sobre la norma; o el caso de Utah, donde los proponentes acaban de abandonar una propuesta que tuvo por cuatro años a las autoridades trabajando, gestionando y esperando que se dieran las condiciones para su construcción; o el de Suez, en Reino Unido, construido hace 3 años y donde un trabajador sufrió serias quemaduras, con una consiguiente multa millonaria que ascendió a más de 200 mil libras.
De acuerdo a la Agencia Ambiental de Estados Unidos EPA, las plantas incineradoras emiten cerca de 1.3 veces la cantidad de CO2 por megawatt que genera las quema de carbón, y se ha observado que la emisión de dioxinas no se ha resuelto prácticamente en ningún lugar del mundo, observándose eventos de emisiones sobre la norma en forma permanente, incluyendo los incineradores modernos que frecuentemente, bajo estrictas normas ambientales y monitoreos permanentes, son cerrados en forma temporal o permanente.
El autor de este artículo explica el caso de Estados Unidos, donde 84 incineradores en 23 estados generan cerca de 2,700 megawatts a partir de 96,000 tons de residuos al día. Esta cifra es marginal en contexto: por ejemplo, en los Estados Unidos, solo en 2013, se instalaron 4,751 megawatts de sistemas de captación de energía solar, o cerca del doble de lo que existe actualmente de emergía proveniente de residuos.
Sobre los compromisos a largo plazo y los costos asociados, vale la pena reiterar las propuestas de incineración atan de manos a las autoridades por 20, 30 o más años, siendo imposible modificar el sistema de manejo de los residuos porque deben cumplir con los contratos para que la inversión –siempre millonaria- sea efectivamente recuperada, a cualquier costo. Aquí vale la pena volver a citar el caso de Sheffield en Reino Unido, donde se decidió cerrar anticipadamente un contrato con Veolia por los altos costos del sistema.
La agresiva entrada de la incineración como opción para el manejo de los residuos de las ciudades de América Latina amenaza el potencial de cambio en los patrones de consumo en favor de la recuperación de los residuos para devolverlos a la sociedad o a la naturaleza así como las posibilidades de reconocimiento e inserción de la población recicladora como un componente más del sistema. Y sin duda socava el plan de hacer partícipe a los ciudadanos en su conjunto de los caminos de solución a este desafío.